El lobby evoluciona al ritmo que llegan nuevas tecnologías y herramientas para generar debates en las agendas política y pública, como para influir en los tomadores de decisiones, especialmente, porque en el fondo esta actividad refiere a un vínculo directo con personas que tienen intereses específicos sobre un tema. A partir de ello, era cuestión de tiempo para pasar del modelo “tradicional” enfocado en cultivar relaciones con los políticos a través de eventos sociales, contribuciones financieras a partidos políticos, reuniones con ministros y presentaciones en diversos espacios físicos, a un modelo “digital”, fortalecido por la proliferación de plataformas de redes sociales y al big-data.

En este contexto, las campañas de lobby se fueron sofisticando, valiéndose de datos de diversa índole sobre los intereses del público objetivo (sociedad, comunidad, región, políticos, etc.). A partir de ello, nacieron nuevas formas de realizar llamados a la acción, ganar simpatía, aumentar el debate en diversos medios y tener una propia voz (por ejemplo, podcast-blogs). Los lobistas ya pueden combinar sus actividades de cabildeo tradicionales con métricas- plasmadas en informes con base temporales, modelos matemáticos y predicciones- que permitan identificar aquellos stakeholders que comparten intereses, aumentando sus posibilidades de éxitos.  

Por otro lado, este cambio en la modalidad de cabildeo se asocia directamente al derrumbe de prejuicios sociales o empresariales sobre el activismo directo, junto a un contacto cercano con el consumidor/destinatario final que permite adaptar estrategias y aprovechar oportunidades de forma más ágil. El público digital mengua los espacios clásicos de influencia en la política, socializando y diversificando las miradas sobre el accionar gubernamental y grupos cercanos al poder.

La flexibilidad en este “nuevo” lobby, no implica la existencia de fases o etapas marcadas para el desarrollo de una campaña exitosa. En este sentido, ADL Consulting, refiere a las siguientes:

Monitoreo: identificar las fuerzas de juego. La información se racionaliza y se verifican los hechos a medida que se monitorean una variedad de fuentes, incluidos proyectos legislativos y publicaciones en redes sociales.

Análisis: identificación de patrones y problemas urgentes, los cuales, podrían afectar a las empresas y su reputación a través de la extracción  de datos y la inteligencia artificial.

Evaluación Estratégica: oportunidad de intervención. Se describen los resultados esperados. Las expectativas pueden ser compartidas con los actores internos o externos, construyendo alianzas en base a los intereses comunes.

Posicionamiento: se forman eligiendo las partes interesadas a involucrar y procesando el contenido a difundir. Decisiones que entiendan al público objetivo.

Acciones: elección  de estrategias de interacción, ya sea a través de cabildeo directo o indirecto.

Valorización de los resultados: análisis del impacto de las acciones en términos de los recursos invertidos.

A estas etapas, podemos sumarles algunas adicionales vinculadas a la interacción entre los medios tradicionales y digitales a través de mensajes, espacios ampliados y la dificultad de verificación de hechos. Con estos criterios de fondo, una campaña de lobby digital inicia por:

Confeccionar una lista de potenciales aliados que podrían apoyar la campaña de lobby. El apoyo puede plasmarse en términos de materiales, recursos financieros o apoyo en medios de comunicación.

Abrir o potenciar cuentas en redes sociales dedicadas a la campaña, creando contenido dirigido o anuncios promocionados para generar un seguimiento razonable que complementará la actividad en medios más tradicionales.

Tener una lista de políticos con los que se quisiera trabajar. A su vez, entrenar voceros y equipo de campaña con los cuales diseñar los mensajes claves, encontrar estudios de casos que los respalden y transmitirlos en los diferentes medios.

Finalmente, los cambios en la actividad de lobby no acaban con la digitalización de los procedimientos de construcción de mensajes, segmentación de las audiencias y el mayor acceso a diversas fuentes de datos, también incluyen el ascenso de nuevos stakeholders –quizás más modestos en términos de financiamiento o presencia pública-, capaces de interactuar con políticos y referentes sectoriales a través de las redes sociales y de allí, fortalecer su posición en la agenda.

En conclusión, el lobby digital multiplicó los jugadores, mensajes, desafíos, canales, oportunidades.