Este artículo forma parte de una serie enfocada en comprender la dinámica de los stakeholders en casos reales y la relevancia de tenerlos bien identificados para la toma correcta de decisiones dentro de una organización. Para ello, en está ocasión, analizaremos la reciente decisión del gobierno japonés de verter el agua residual de la destruida central nuclear de Fukushima en el mar del país.

Desde que sucedió la catástrofe en 2011, las autoridades nacionales junto a científicos, organismos internacionales (OIEA), países limítrofes y asociaciones de pescadores, vienen librando una discusión crucial para la región respecto de qué hacer con el agua residual de la central y cómo el tratamiento de las mismas podría afectar el ecosistema local. 

En este sentido, el gobierno junto a TEPCO (empresa encargada de manejar las instalaciones nucleares), encontraron como solución la posibilidad de verter el agua en el mar japonés como una forma de avanzar más rápido en el desmantelamiento de las instalaciones (se estima que se necesitan tres décadas para cerrarla). Para responder a los temores que genera está acción en la Federación Nacional de Asociaciones de Cooperativas Pesqueras de Japón y organizaciones ambientalistas como Greenpeace, el Estado solicitó a la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) un análisis de la solución propuesta.

Tras más de dos años de estudio, el presidente de la OIEA, Rafael Grossi, informó que los efectos serán mínimos para el ecosistema y no se espera que altere una de las fuentes de alimentos centrales para la región: el pescado. La decisión fue respaldada por diferentes especialistas de Universidades a nivel mundial, por ejemplo, Jim Smith- profesor de la Universidad de Portsmouth, Reino Unido- destacó que “en cualquier otro emplazamiento nuclear del mundo, esto se consideraría un vertido rutinario de aguas residuales tratadas con niveles muy bajos de radioactividad”, y David Krofcheck- Universidad de Auckland, Nueva Zelanda- resaltó que “el vertido con átomos de tritio  no causará efectos físicamente perjudiciales”.

A pesar del respaldo de la medida por parte de representantes de la academia, los sectores pesqueros de Japón y otros países de la zona han manifestado sus preocupaciones, por ejemplo, un centenar de pescadores y trabajadores presentarán el mes de septiembre una demanda para tratar de detener el vertido de aguas de la accidentada central nuclear. Asimismo, el sindicato del sector filipino Pamalakaya alertó de los riesgos que podría acarrear para su sustento y la salud de los ciudadanos. 

Por otra parte, a las voces de los pescadores se les sumaron las dudas que la iniciativa despierta en los países de la región, por ejemplo, China y Corea del Sur. El primero de ellos, implementó el 24 de agosto (el mismo que día se puso en marcha la política) un veto a las importaciones de pescados japoneses, destacando que “ajustarán de forma dinámica las medidas regulatorias relevantes como sea apropiado para evitar los riesgos de la descarga de agua contaminada y la seguridad alimentaria del país”. En paralelo, Corea del Sur prefirió el silencio público, pero mantiene los canales diplomáticos activos, mostrando las dudas que generan las acciones de Tokio.

La reprimenda china y el silencio coreano, eran algunas de las principales preocupaciones de los pescadores de la zona que ven como sus productos pierden mercado. En este sentido, el primer Ministro nipón, Fumio Kishida, ha buscado convencer a la poderosa Federación Nacional de Asociaciones de Cooperativas Pesqueras que acepten el plan a través de líneas de subsidios por USD 206 millones de dólares para atender a potenciales daños económicos. Asimismo, le anunciaba que TEPCO se comprometía a indemnizar de forma apropiada a los empresarios por el veto, pero, al momento, el presidente de la entidad civil Masanobu Sakamoto, rechazó acompañar la iniciativa. Una decisión que tiene un fuerte impacto para las autoridades nacionales.

Mientras no se espera que el debate quede resuelto en el corto plazo, algunos representantes de cuerpos científicos creen que el epicentro del rechazo se encuentra en una falla a la hora de explicarle a la población cómo funciona el sistema de verter agua nuclear y los pocos efectos que tendría en el ecosistema. Demostrando, como hemos señalado en diversos artículos de este sitio, la importancia que tiene el manejo de la comunicación en el éxito de una política.

Finalmente, este es un caso dónde se puede observar el entrecruce de diferentes perspectivas sobre un mismo fenómeno, estando representados trabajadores, empresarios, autoridades nacionales, representantes internacionales, organizaciones no gubernamentales, universidades y consumidores. En los próximos días se verá quién de éstos logra imponer el mejor sistema de alianzas para continuar o cambiar la medida iniciada por el gobierno nipón.